Hernán Casciari le está aguando el negocio a los dueños de la industria editorial.


Hernán Casciari le está aguando el negocio a los dueños de la industria editorial. Su revista Orsai se publica gratis por Internet y llega impresa a algunos lectores que pagan por adelantado por ella. Aquí un encuentro con el hombre que escribió la primera “blognovela”.
Por Ghiovani Hinojosa
Foto Rubén Grandez/
 Mirta Bertotti se pregunta si es posible ser una madre moderna cuando tu hija adolescente sabe más de sexo que tú. Es un ama de casa de cincuenta y dos años y, aparte de su pequeña inquieta, tiene bajo su batuta a un hijo hipersensible y a un esposo fanático del Racing. Vive en Mercedes, un pueblo al norte de Buenos Aires, desde donde escribe un blog en el que cuenta las peripecias cotidianas de una familia clasemediera. Se llama “Diario de una mujer gorda”. Ella se esmera en actualizarlo religiosamente tres veces por semana. Un día, cuando Diego Maradona estaba gravemente enfermo, le dirigió una carta que empezaba así: “Al Zacarías (mi esposo) lo vi llorar tres veces en la vida. Cuando le dijeron que el Nacho era un varoncito, cuando le metiste el segundo a los ingleses, y cuando te echaron del mundial 94. Así que date cuenta: gracias a vos descubrí que mi marido tenía sangre en las venas”. Gracias a su prosa amigable y a sus relatos cálidos, Mirta se va convirtiendo en una celebridad en la red. Su bandeja de correo electrónico rebalsa de mensajes afectuosos de cibernautas, algunos de los cuales la ven como a su propia madre.
Desde una laptop en Barcelona, Hernán Casciari le da cuerda a este personaje entrañable. Intenta recordar la dicción de su mamá en el hogar e imposta su tono en el blog. Escribe afiebradamente casi todas las noches. La nostalgia es un motor poderoso en el cuerpo de los inmigrantes. Detrás de un ama de casa mercedina hay un gordo que extraña su ciudad. Y nadie lo sabe. Los lectores esperan ávidos la actualización del día y comentan la trama, discuten la gramática, conversan entre ellos. Todos usan seudónimos. Uno de los visitantes más asiduos es Basdala y deja siempre comentarios bien escritos, respetuosos, cariñosos.
Llama a la autora “mamá Marta” y una vez llegó a decir que ella es como “un minué en un mundo de adagios”. Ese día, la protagonista se mostró contenta en la bitácora y empezó a firmar como Mirta Bertotti de Minues. Incluso, en uno de sus cuentos posteriores mencionó al lector en una discusión casera con su hijo: “Ay, nene, si fueras modosito como Basdala, que no tiene faltas de ortografía y además seguro que se baña”. El aludido se sintió agradecido; pasaba a la historia como un personaje de reparto en la primera blogonovela de la historia. Pero de pronto sus comentarios dejaron de aparecer en el blog.
Una noche, después de cenar, Hernán Casciari abrió el correo electrónico de Mirta Bertotti y encontró un e-mail de una chica de nombre Montse. Se leía: “Mi hermano, Miguel Ángel, falleció el pasado dieciséis de diciembre de 2003 en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona. Estaba muy enfermo del corazón, con problemas hereditarios”. Montse le contaba que antes de morir Miguel Ángel había dejado varias cartas: una a sus padres, otra a su médico, otra a su novia y otra a una señora que escribía un blog desde Buenos Aires.
Ella quiso cumplir la última voluntad de su hermano y le adjuntó el mensaje a Mirta. Hernán empezó a llorar desconsoladamente, su mujer se despertó de la cama y leyeron juntos la carta. “Entendí más de literatura en esos cinco minutos que en todos los años analógicos en los que había intentado escribir cuentos y novelas en la Olivetti. Un tal Miguel Ángel le había escrito una carta de despedida a una señora de Mercedes, provincia de Buenos Aires, sin saber que el verdadero autor del personaje vivía a siete cuadras del hospital donde agonizaba el lector”, contaría años después el argentino.
El mensaje del difunto decía: “¡Saludos, mamá Mirta! Cuando leas esto, mi pluma ya se habrá parado. ¡Ay, voy a echar tanto de menos mi querido ordenador! ¿Sabes quién soy, verdad? Soy Basdala, quien una vez te llamó Minué. Un minué en un mundo de adagios. Hasta siempre, gordita. Cuídate y sé feliz. De alguien que te quiere y siempre te ha querido, desde el primer post, Basdala, un réquiem en un mundo de sueños”. Ese mismo día Casciari escribió un post para informar a la comunidad de la noticia. Basdala no era una mujer como algunos creían, sino un chico inteligente y enfermizo de 18 años. Su prosa estuvo perturbada. Los lectores de la bitácora se conmocionaron con el hecho y, en un acto de desesperada transparencia, revelaron sus auténticas identidades y lugares de procedencia. Los más antiguos recordaron las mejores frases de Miguel Ángel y se mostraron apenados por su edad. Nadie escribió con mayúsculas. Se vivió una especie de funeral virtual que apagó el tono de los comentarios en los próximos días. Hernán Casciari creó otro blog donde siguió escribiendo en directo, esta vez firmando los relatos. Le puso de nombre Orsai, que en jerga futbolera significa “fuera de juego”. Meses después, recibió un extraño mail de una madre valenciana.
Alejandra, como se llamaba la remitente, le dijo que estaba muy enojada con él porque su hija, Nery, cayó en una fuerte depresión cuando se enteró de la muerte de Basdala. Aparentemente había sido su novia y conoció la noticia por la bitácora. Pero, lo que era más raro, le contó que para sorpresa de las dos “vimos a Basdala el pasado fin de semana en un centro comercial, vivito y coleando” y lo culpó de lo que creía que era una broma pesada. Casciari se quedó boquiabierto frente al monitor. No entendía nada. Buscó en Google y descubrió que Basdala había participado en algunos foros durante las últimas semanas. Hernán había sido tan ingenuo. Consiguió el correo electrónico del muchacho y le escribió preguntándole por el engaño.
Miguel Ángel le respondió de inmediato. Le contó que desde el inicio había vibrado con las historias de Marta, pero que un día se enteró que detrás del ama de casa tierna había un escritor mentiroso. Sintió que traicionaron su confianza. Y planificó la gran venganza. Quiso hacer que el impostor viva en carne propia lo mismo que él. Ese día Hernán Casciari y Miguel Ángel intercambiaron varios mensajes. Casciari le confesó su admiración por la forma como él había tramado el golpe. Además, había ganado una gran historia. En uno de sus mails, el blogger le comentó: “Si no hubiera sido por esa madre y esa hija que te vieron caminando por el centro comercial yo nunca me habría enterado de nada. Es muy loable que no hayas querido firmar tu obra”. La respuesta de Basdala lo dejó frío: “Entonces, ¿también te has creído que existen Alejandra y Nery?”.
Hernán Casciari saca una bolsita de tabaco de su maleta y la pone sobre la mesa. Se lleva a los labios una lámina de papel de cigarrillo y arma él mismo su propio pucho. Le da forma con sus dedos regordetes. Es alguien que no se conforma con los cigarros comerciales. Tal vez porque huye de todo lo que sea industria tradicional. Hace cuatro años renunció públicamente a sus contratos con las editoriales Mondadori (Italia), Plaza y Janés (España), Sudamericana (Argentina) y Grijalbo (México), que habían llevado sus posts a libros que se vendieron muy bien. Tenía serios indicios de que estos grupos le robaban parte de sus ganancias.
Estas, por cierto, eran escasas: como autor le correspondía recibir entre el 8 y el 10 por ciento de las ventas. Además, las editoriales lo habían alejado del contacto directo con sus lectores. Entonces se le ocurrió crear una revista que circulara libremente por Internet, sin necesidad de ningún intermediario. Le preguntó a sus antiguos seguidores si estaban dispuestos a solventar una publicación trimestral de literatura y crónica y a pagar por adelantado por ella. Cerca de 10 mil cibernautas dijeron sí sin saber qué autores la harían, cuántas páginas tendría o qué papel usaría. La primera edición de Orsai, como fue bautizada la revista, salió en enero del año pasado. Hoy va por la sétima edición y se distribuye a través de lectores fieles que la reparten en sus ciudades.
Con un pucho en la mano, Casciari dice que el secreto de Orsai es su apuesta decidida por las historias, algo que no hace la prensa tradicional. Estamos en el restaurante de un hotel miraflorino en el que se hospeda. Ha venido a Lima para participar en el Primer Encuentro Internacional de Periodismo Cultural. Es su primera vez en la capital. Dice que los conglomerados mediáticos en todo el mundo han perdido el tacto con sus audiencias y no saben bien qué hacer. Vaticina que pronto estarán Orsai, fuera de juego.
–Los grandes medios están acostumbrados a tener un control absoluto de su audiencia. Nos entienden a nosotros, los lectores, como moneda de cambio; si somos muchos, les pueden vender publicidad a las empresas; si somos pocos o estamos dispersos, les cuesta un poco más. Vivimos tiempos de transformación. Pensemos en la televisión. Hace 15 años, vos te sentabas en un sofá y esperabas que apareciera una serie. Ahora vos la descargas por Internet y la miras cuando quieres y como quieres. Hoy los periódicos no saben a quién hablarle: si al que descargó la serie o al que la espera en su sofá.
–¿El modelo de negocio de los periódicos basado en el avisaje tiene futuro?
–No. La publicidad no tendrá ningún futuro. Los empresarios no están pensando en cómo ser mejores periodistas, contar mejores historias. No están jugando el partido de fútbol que estamos jugando nosotros. Siguen pensando igual que siempre. Tienen una locura patológica.
–Hoy los usuarios descontentos de los medios tradicionales pueden ir al ciberespacio y hallar fácilmente lo que quieren.
–Va a haber un tiempo en que lo que más importe no es el dinero, sino el prestigio. Ya empieza a serlo. Hay una jueza de la Corte Suprema en Argentina que durante los 90 hizo grandes desastres: injusticias, sobornos, coimas. Esta mujer ya se jubiló. Hace poco su hija de 17 años tecleó el apellido de su madre en internet y Google le devolvió las barbaridades que había hecho su progenitora. La jueza, muy del siglo XX, enjuició a Google. Y Google le respondió: “señora, esto es un algoritmo; usted habrá hecho cosas en la vida que estén reflejadas acá”. Esta mujer que pensaba darle a su hija dinero le dio humillación. Y eso gracias a que la moneda ha dejado de ser el dinero. Si has sido coherente en tu vida, se va a empezar a reflejar. Basta googlear. El hijo de puta empieza a dejar de tener recursos aunque tenga la cartera llena de dinero. Eso es un cambio.
–¿El periodismo está en crisis?
–No hay buenas noticias para los mastodontes, para las corporaciones gigantes que tenían millones de personas en sus redacciones. De a poco todo el mundo se va dando cuenta de que puede trabajar en su casa, en oficinas descentralizadas, que no tiene sentido tener un edificio de siete pisos para meter allí a un montón de gente que finalmente está en el Facebook. Estoy a favor del que está apasionado con lo que hace, del que se levanta en la mañana con ganas de que el mundo sea mejor. El que no se levanta en la mañana con ganas de que las cosas sean mejores, más divertidas, más simples, ese es el enemigo.
 
UNA MUESTRA DE SU PLUMA

En la infancia yo siempre arruinaba las fotos. Todas las fotos. A los tres años empecé a desarrollar esta patología extraña, perversa, fruto de algún complejo o trauma no resuelto. No sé bien por qué lo hacía, pero no era capaz de evitarlo. Podría definirse como un tic, pero no lo era. Podía pensarse que se trataba de una gracia infantil, pero tampoco. Me pasó durante años y lo sufrí en silencio hasta hoy, que me atrevo a contarlo. Todavía me causa un poco de vergüenza hablar del tema.
Cada vez que veía a alguien a punto de hacerme una fotografía, individual o de grupo, casual o pautada, una fuerza más poderosa que cien caballos me obligaba a poner un determinado gesto histriónico. Siempre el mismo gesto, durante dolorosísimos años. En mi casa de Mercedes hay cantidad de fotos mías, que van desde que tengo uso de razón y hasta el otoño en que el presidente Videla vino en persona al colegio y nos regaló una jaula gigante; en todas las fotos de esa época aparezco inmortalizado con esa cara de idiota. Burlándome del buen gusto; despreciando la posteridad de los álbumes familiares.
La mueca, técnicamente hablando, era un homenaje involuntario a cuatro celebridades de entonces. Un segundo antes del flash, yo inflaba las mejillas como el actor mexicano Carlos Villagrán, ponía la trompa como el cómico argentino José Marrone, y los ojos bizcos como la vedette Susana Giménez. A la vez, ladeaba un poco el cogote para la derecha, como el científico Stephen Hawking. El resultado era de un patetismo brutal.
De El pibe que arruinaba las fotos (Plaza & Janés, 2009).
 
UNA REVISTA REVOLUCIONARIA
 
Primera edición (enero 2011). Diez mil lectores pagaron por ella anticipadamente. Escriben Juan Villoro, Nick Hornby y otros.
Segunda edición (abril 2011). Gustó tanto que hubo un tiraje suplementario. Hay un texto de Santiago Roncagliolo.
(julio 2011). Portada sobre el movimiento 15 M. Hay crónicas de Edmundo Paz-Soldán y Nacho Vigalondo.
Cuarta edición (octubre 2011). Cierra la primera etapa. Hay un texto inédito de Mario Bellatin y dibujos del Flaco Spinetta.
Quinta edición
(enero 2012). Hay un perfil de la viuda de Borges, María Kodama, y una crónica de Gabriela Wiener.
Sexta edición
(marzo 2012). Incluye una historieta hecha a cuatro manos por los artistas Juan Sánz y Alfredo Casero.